María Camila López Rojas Directora de sostenibilidad de Procafecol Cuando hablamos de seguridad alimentaria, es inevitable considerar uno de los desafíos más apremiantes que enfrenta la ruralidad: su capacidad de responder a las demandas de un mundo cada vez más urbano. Hoy, más del 55% de la población mundial vive en zonas urbanas (Banco Mundial, 2023), lo que plantea no solo enormes presiones sobre los sistemas agroalimentarios, sino también, sobre la permanencia de las nuevas generaciones en el campo. Uno de los principales retos consiste en lograr que las y los jóvenes rurales se queden en sus territorios y puedan consolidar allí sus proyectos de vida de manera satisfactoria, mientras satisfacen sus necesidades de conectividad, bilingüismo e inserción en dinámicas globales, entre otros. Para ilustrar este desafío, quisiera profundizar en la cadena de valor del café en Colombia. Actualmente, contamos con aproximadamente 13.598 jóvenes, hombres y mujeres entre los 18 y 28 años, que representan apenas el 2,6% de la comunidad cafetera del país. Esta población enfrenta dificultades estructurales propias de la actividad productiva como aumento en los costos de insumos por contextos geopolíticos internacionales, precariedad en la infraestructura vial secundaria y terciaria, limitaciones en el acceso al financiamiento, presencia de violencia e inseguridad en los territorios, y efectos del cambio climático que alteran los ciclos de cosecha. Sin embargo, más allá de estos factores, las y los jóvenes que deciden permanecer en la ruralidad enfrentan una disyuntiva aún más profunda: cómo armonizar sus expectativas de crecimiento personal en un mundo hiperconectado, con su deseo de preservar esta tradición inmaterial y fortalecer la actividad cafetera. En este sentido, quisiera destacar tres elementos que pueden representar un camino de armonización: la conectividad, la innovación y la globalización. 1. Conectividad: En Colombia, cerca del 42% de la población rural tiene acceso a internet (MinTIC, 2024), una cifra que, si bien aún es baja, ha venido en aumento. En el caso de los jóvenes cafeteros, el acceso a tecnologías digitales es cada vez más común. El uso de teléfonos inteligentes no solo se ha generalizado, sino que se ha convertido en una herramienta estratégica para acceder a información en tiempo real sobre los precios del café, identificar oportunidades comerciales, realizar transacciones financieras y recibir capacitación remota, tanto sincrónica como asincrónica. En este sentido, el fomento del uso de herramientas digitales para la formación y la comercialización ha demostrado ser fundamental para mejorar la competitividad de la juventud rural. 2. Innovación: La innovación es una necesidad y un anhelo común entre los jóvenes rurales. Existe una clara intención de ir más allá de la comercialización de café pergamino seco y avanzar hacia la diversificación productiva y de ingresos, aprovechando los coproductos del café. Para lograrlo, es indispensable el acceso a nuevas tecnologías, capital para su implementación y capacitación que permita identificar nuevas oportunidades de negocio en el contexto que habitan. De igual manera, actividades complementarias en la cadena de valor, como el barismo o el turismo comunitario, no solo generan motivación entre los jóvenes, sino que aumentan la diferenciación y la competitividad del sector. 3. Globalización: La juventud rural, al estar cada vez más conectada, aspira a ser parte activa de las dinámicas globales y beneficiarse de ellas. Son conscientes de los efectos que las crisis internacionales tienen en sus territorios —como la disrupción de cadenas logísticas—, pero también reconocen el auge del consumo global de café, especialmente en regiones como Europa y Asia. En este sentido, ven un gran potencial en llevar su producto al mercado extranjero y buscan caminos para que, desde lo individual, colectivo o a través de marcas reconocidas, puedan alcanzar su objetivo. No obstante, para que esta participación sea relevante y sostenida en el tiempo, es fundamental seguir cultivando la alfabetización digital, promover el bilingüismo y trabajar en la comunicación y mercadeo del producto para que cada taza de café de un joven cuente una historia de vida. Ante este panorama, es necesario que todos como gremialidad cafetera, consumidores y empresas en general rodeemos a los jóvenes rurales en sus propósitos de crecimiento y competitividad, dotándolos de los recursos que requieran para que decidan quedarse en su territorio alcanzando su realización personal gracias al café .