Cuando la ciencia tiene rostro de mujer: Innovar para transformar

Hace poco recibí el reconocimiento como Joven Investigadora de MinCiencias. Confieso que, al principio, pensé que era un título que sonaba más serio de lo que realmente significaba. Pero con el tiempo entendí que este reconocimiento era, en realidad, un recordatorio de que la investigación no es un camino solitario ni aburrido, como muchos piensan, sino una forma de darle sentido a lo que aprendemos y devolverlo a la sociedad. Y más aún cuando quienes investigamos somos mujeres jóvenes, con ganas de transformar la realidad desde la ciencia.

En los últimos años, la presencia femenina en la investigación ha crecido de manera significativa. Según datos de la UNESCO (2023), las mujeres representan alrededor del 33% de la comunidad científica mundial, y en América Latina esa cifra llega al 45%, superando el promedio global. En Colombia, de acuerdo con MinCiencias (2022), casi 4 de cada 10 investigadores reconocidos en el Sistema Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación son mujeres, y cada vez más jóvenes participan en programas de formación investigativa. Estas cifras demuestran que la ciencia, poco a poco, se está transformando en un espacio donde las mujeres no solo están presentes, sino que lideran procesos de innovación con impacto social.

La ciencia como propósito

La ciencia no está hecha solo de fórmulas, laboratorios y cifras. También está hecha de preguntas que nacen del corazón y de la empatía. Nosotras, como mujeres jóvenes en la investigación, cargamos con una doble responsabilidad que se basa en demostrar que el conocimiento es capaz de cambiar vidas y, al mismo tiempo, abrir caminos para que otras se atrevan a recorrerlo.

Investigar con propósito significa preguntarse: ¿cómo puede este proyecto impactar positivamente a una comunidad? ¿Cómo puede aliviar un dolor, resolver un problema cotidiano o abrir una oportunidad? Cuando la ciencia tiene rostro de mujer, esas preguntas se convierten en brújula.

Historias que inspiran

He tenido la fortuna de ver de cerca cómo muchas jóvenes científicas transforman ideas en soluciones con impacto social. Desde quienes trabajan en biotecnología para crear alternativas sostenibles en comunidades rurales, hasta quienes desarrollan herramientas digitales para mejorar la educación en zonas vulnerables. En mi caso, trabajar en investigación aplicada a los territorios me ha permitido entender que la ciencia no puede quedarse encerrada en un paper. La verdadera innovación surge cuando llevamos ese conocimiento al campo, al barrio, a los espacios donde la gente necesita respuestas. Ahí es donde la ciencia deja de ser abstracta y se vuelve un puente real para mejorar vidas.

También me inspira la historia de una profesional que hoy ocupa un alto cargo directivo. Inició, al igual que yo, con el reconocimiento como Joven Investigadora, por parte de Colciencias, en las primeras versiones de esa convocatoria. Ana Cecilia luego de esa experiencia se dio cuenta de que desde la academia se puede aportar de manera significativa al desarrollo productivo y a la formación de nuevas generaciones en el país. Su testimonio me recuerda que las trayectorias pioneras abren caminos silenciosos pero profundos.

Aunque no la conocí en ese momento y aún me queda por descubrir cómo fue ese proceso en su vida, saber que ella transitó ese camino antes que muchas de nosotras, me motiva. Hoy, que apenas comienzo mi propio recorrido como joven investigadora, reconocer que existieron mujeres que allanaron esta ruta me llena de gratitud y esperanza.

Desafíos que se convierten en motor

No es un camino fácil. Las mujeres jóvenes en la ciencia enfrentamos estereotipos, la falta de referentes y, muchas veces, la sensación de que hay que esforzarse el doble para ser escuchadas. Pero también creo que esos desafíos son la chispa que enciende nuestra resiliencia.

Cada proyecto que logramos sacar adelante, cada idea que validamos, cada comunidad que se beneficia, es también una victoria colectiva. No solo avanzamos nosotras: avanzan las que vienen detrás.

Innovar para transformar

Cuando la ciencia tiene rostro de mujer, no solo innova, también humaniza. Porque detrás de cada investigación hay una mirada que entiende que el conocimiento sin propósito es estéril. La ciencia, cuando nace de la empatía, se convierte en una herramienta poderosa para transformar la sociedad.

Por eso, este no es solo un llamado a reconocer el papel de las mujeres en la investigación. Es también una invitación a que más de nosotras nos atrevamos a preguntarnos, a investigar, a equivocarnos, a proponer. A creer que la ciencia no es exclusiva de unos pocos, sino un camino abierto para todas las que soñamos con un futuro distinto.

La transformación comienza cuando entendemos que la ciencia con rostro de mujer no solo busca respuestas… busca cambiar e impactar vidas.

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