Por: Paulina Correa Urrego, colaboradora Cesde.
En la era digital actual, llena de información constante, surgen nuevos conceptos que rápidamente se integran a nuestro vocabulario. Recientemente, dos términos que llamaron mi atención fueron “energía masculina” y “energía femenina”. Estos conceptos, que se vinculan con cualidades de fortaleza, liderazgo y determinación para lo masculino, y suavidad, amor y cuidado para lo femenino, plantean una pregunta fundamental: ¿realmente la energía tiene género?
Al investigar más a fondo, me di cuenta de que, en lugar de encontrar una reflexión profunda o transformadora, se estaban reforzando viejos estereotipos de género. La noción de que las mujeres deben ser suaves y amorosas, y los hombres fuertes y decididos, no solo es reductiva, sino que perpetúa ideas que limitan el desarrollo de las personas en todas las esferas de la vida.
Los estereotipos de género son tan poderosos que, incluso en una sociedad que aspira a ser inclusiva y moderna, siguen influyendo en cómo se perciben a hombres y mujeres. A menudo, estas ideas se ven reflejadas en las relaciones laborales, donde el techo de cristal sigue siendo un obstáculo real para muchas mujeres. En el ámbito profesional, las creencias como “los hombres son mejores líderes que las mujeres” o “las mujeres son demasiado emocionales para dirigir” siguen siendo comunes, lo cual limita el acceso de las mujeres a roles de liderazgo y crecimiento dentro de las empresas.
Según un informe de la ANDI en 2023, la participación de las mujeres en las juntas directivas en Colombia era apenas del 34%. Esta cifra refleja los retos y obstáculos sociales, culturales y organizacionales que las mujeres enfrentan para avanzar en el mundo laboral. A pesar de que diversas iniciativas buscan reducir la desigualdad de género en el trabajo, aún estamos lejos de lograr una verdadera equidad.
Es frustrante y hasta ofensivo escuchar excusas como que “si las mujeres no ascienden, es porque no tienen lo necesario para liderar”. ¿Realmente se necesita más “energía masculina” para ser líder? Este tipo de argumentos son solo una forma de perpetuar las prácticas patriarcales que contribuyen a la desigualdad. Es fundamental cuestionar esta visión y reconocer que la capacidad de liderazgo no depende del género, sino de la destreza, el conocimiento y el esfuerzo.
El etiquetar cualidades como masculinas o femeninas es un enfoque limitado que niega la complejidad y la diversidad humana. Las habilidades y capacidades laborales deben evaluarse según los méritos personales, no según estereotipos de género. A fin de cuentas, la verdadera riqueza de la sociedad radica en su diversidad y en la inclusión de todos, independientemente de su género, raza o edad.
Es esencial que trabajemos por la construcción de entornos laborales donde la equidad y la igualdad de oportunidades sean los pilares fundamentales. Las cualidades que definen el éxito profesional deben ser humanas y diversas, no rígidas y reducidas a etiquetas de género. Solo así podremos fomentar una sociedad más justa, inclusiva y equitativa para todos.
El avance en la igualdad de género no solo es un acto moral, sino una estrategia clave para el desarrollo sostenible. La equidad en el trabajo y en todos los aspectos de la vida contribuye a la creación de comunidades más fuertes y resilientes, donde todas las personas tienen la oportunidad de alcanzar su máximo potencial sin las limitaciones impuestas por los estereotipos de género.
En conclusión, es tiempo de dejar atrás las etiquetas de “energía masculina” y “energía femenina” y reconocer que las cualidades humanas no tienen género. Solo eliminando estas barreras podemos avanzar hacia una sociedad que valore a cada individuo por su talento y capacidades, no por los roles de género que le son impuestos.
Fuente: Recuperado de: https://www.andi.com.co/Home/Noticia/17629-la-participacion-de-las-mujeres-en-las