Brillar en la oscuridad

Por: Camilo Molina Castaño.
Jefe del Centro de Desarrollo Empresarial
Universidad Pontificia Bolivariana

Parece un oxímoron. La muerte del senador Miguel Uribe Turbay nos recuerda lo confuso y doloroso que es este país. Este tipo de actos nos pone a pensar que seguimos siendo un país fragmentado, donde aun priman las emociones y la razón se diluye en balas y puñales. Que el senador sea un ejemplo para que el debate vuelva a las tornas de la razón y no de la emoción. Y mas en épocas electorales que se avecinan.

En Colombia, la historia política esta atravesada por episodios que han buscado frenar el cambio a través de la violencia. El magnicidio de un senador no es solo la muerte de una persona: es un golpe simbólico a las ideas y a la esperanza colectiva.

Hace poco, leyendo La Verdadera Historia de Colombia de Hernando Gomez Buendía pareciera que nuestras diferencias se vienen dirimiendo a través del machete y las balas desde tiempos inmemoriales. Me recuerda un momento clave: el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán en 1948. Ese hecho desencadenó el Bogotazo, un estallido social y político que sumió al país en una violencia prolongada. Sin embargo, en medio del caos, también surgieron nuevas formas de organización comunitaria y económica. Mientras el Estado tambaleaba, también surgieron nuevas formas de organización comunitaria y económica. Se creó la acción comunal para dar respuesta a las necesidades de desarrollo comunitario en el país. En barrios enteros aparecieron redes de comercio informal, cooperativas y asociaciones vecinales para suplir necesidades básicas.

Este ejemplo histórico revela dos verdades incomodas, pero poderosas, y espero que no sea demasiado pronto para hacerlo: por un lado, como dice Alejandro Salazar en Colombia Ganadora, una estrategia emergente: “Colombia no comprende ni navega de lo micro a lo macro”. Esto quiere decir que por más cataclismos mediáticos que sigan pasando (que espero que no), la vida sigue con sus formas y vaivenes. La segunda es que las crisis rompen el orden establecido, y en ese vacío surgen nuevas estructuras.

Tras una crisis, el país entra en un periodo de inestabilidad. Las prioridades cambian. Los heraldos del apocalipsis pululan: la gente busca seguridad, acceso a información veraz, espacios de encuentro y cooperación.

Y es justamente en estos nuevos espacios es donde el emprendedor puede asumir un rol central para convertirse en traductor de necesidades colectivas en soluciones concretas. El emprendedor no solo crea productos o servicios; en contextos de crisis actúa como puente entre el descontento y la esperanza, entre la necesidad urgente y la solución viable. Su papel implica leer el momento, adaptarse rápido y, sobre todo, movilizar a otros hacia objetivos comunes que fortalezcan el tejido social y económico.

Para el emprendedor, este es un momento para:

– Identificar necesidades urgentes que antes no eran tan visibles

– Construir confianza ofreciendo soluciones rápidas y transparentes

– Convertirse en un referente de organización en medio del desconcierto.

El mensaje para los emprendedores de hoy es claro: la innovación mas relevante surge cuando todo parece derrumbarse. Si la historia de Colombia nos ha enseñado algo, es que de las ruinas políticas pueden nacer movimientos económicos y sociales sólidos.

Un magnicidio busca paralizar. Pero la respuesta puede ser la contraria: actuar con mas cohesión y creatividad. No se trata de ignorar la tragedia, sino de usarla como recordatorio de que el futuro se construye hoy.

En palabras de Caballero: “la historia de Colombia es la historia de la lucha por el poder”. En manos de emprendedores comprometidos, esa lucha puede transformarse en la historia de como una sociedad convirtió su dolor en una plataforma para la esperanza y el progreso

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