Por Paula A. Ledesma – Socia y CMO en JFC Group
Después de más de 16 años posicionando marcas en Colombia, renuncié a un trabajo que amaba. La pandemia cambió muchas dinámicas, y cuando se me pidió volver presencialmente a Bogotá, mi vida ya había echado raíces en otra ciudad. Regresar no era una opción. Así, con miedo e incertidumbre, tomé una decisión que jamás imaginé: cerrar mi etapa en el mundo corporativo.
¿Emprender? No era mi plan. Yo quería otro empleo que me diera estabilidad, respaldo, y el “apellido” de una gran empresa. Pero la vida cerró puertas y me envió una señal clara: mi ciclo como empleada había terminado. Fue entonces cuando alguien, sin saberlo, me impulsó con una frase que todavía resuena: “Haz limonada con los limones que tienes.”
Sin certezas ni mapas, decidí emprender. Desde niña ya tenía el alma de emprendedora—en el colegio y la universidad vendía cosas, buscando independencia económica. Pero como muchos, pospuse el salto esperando el “momento perfecto”. Miedo disfrazado de excusas.
El camino ha sido retador. He sentido el síndrome del impostor cuestionando si soy capaz, si lo estoy haciendo bien, si puedo sostenerlo en el tiempo. La verdad: no siempre lo sé. Pero decidí seguir caminando. Porque ser empresaria no significa tener todo claro, sino estar dispuesta a aprender cada día.
Hoy, después de más de dos años en este nuevo camino, entiendo que emprender no es solo ofrecer servicios o cumplir tareas. Es impactar con propósito, ser coherente y construir desde la experiencia, pero también desde el corazón.
Como socia de JFC Group, acompaño a personas, líderes y equipos a conectar su esencia con sus metas. Lo hago desde la consultoría estratégica, la mentoría, el neuromarketing y la comunicación con sentido. Ya no se trata solo de marcas externas, sino también de reconstruirme como marca personal: más libre, más auténtica, más valiente.
Este camino me ha dejado lecciones que quiero compartir con quienes están considerando emprender o reinventarse:
- La fe es el motor: en Dios, en ti misma y en quienes te apoyan.
- El amor propio es indispensable: recordar tu valor evita que te rindas.
- Rodéate de personas vitamina: la energía que te rodea te puede elevar.
- Capacítate constantemente: el mundo evoluciona, tú también debes hacerlo.
- Explora activamente: las oportunidades a veces hay que salir a buscarlas.
- Agradece lo difícil: incluso el dolor enseña.
- Sé flexible y aprende a soltar: no todo sale como planeamos, pero todo suma.
Hoy mi mayor recompensa no son cifras ni reconocimientos, sino cuando un cliente me dice: “Gracias por ayudarme”. Ahí entiendo por qué este proceso llegó antes de lo planeado.
Si sientes ese llamado interior, escúchalo. Tal vez no tengas el camino claro, pero empezar es más poderoso que esperar a tener certezas. El miedo estará, la duda también… pero avanzar a pesar de ellos es lo que transforma.
Emprender es un acto de amor propio. Y si yo pude, tú también puedes.