Volar, acompañada de esperanza
Por Laura Prada
Cuando nos referimos y hacemos uso de la palabra “volar”, creo que cientos de emociones y sentimientos de libertad y de fluidez en el vacío, pero paradójicamente buscando el infinito, llegan a nuestro ser.
En mi caso, “volar” marca un antes y un después en mi vida como mamá y esposa. No pretendo nada más allá que compartir, desde mi propia experiencia, lo que ha significado el valor de la esperanza y el entender que como lo expresó Leonardo da Vinci: “Una vez hayas probado el vuelo siempre caminarás por la Tierra con la vista mirando al cielo, porque ya has estado allí y allí deseas volver”.
Construir una vida, desde mi punto de vista y desde muy joven, incluía consolidar una familia con las experiencias maravillosas que esto trae y en donde esa consolidación se lograra a través del crecimiento como mujer, como mamá, como profesional y finalmente pero no menos importante, como ser humano. Tuve la fortuna de nacer en un hogar que me dio como ejemplo esos principios y de validar, adicionalmente, que la dedicación, el orden, la metodología y la disciplina, son las mejores herramientas para avanzar y para contar con “mucha suerte”, la suerte que trae el trabajo constante y la dedicación.
En ese trasegar y en el discurrir de mi carrera universitaria, comenzó la construcción de la película extraordinaria, ya que me encontré con una persona con la que ir de la mano sería parte de un proyecto de vida que efectivamente avanzó, hasta que consolidamos una familia con nuestro hijo.
Una familia que me permitió crecer con mis proyectos, rodeada por el amor y el respeto. El respeto por la libertad, que se traduce en el impulso a que el otro logre sus propósitos y metas. Sin embargo, los caminos no son como uno cree que se vislumbran en los amaneceres o se recorren en los atardeceres. Aparece una prueba. Mi compañero de vida, se elevó muy alto y no como lo hace una cometa que está atada a la tierra a través de una cuerda. No. Se elevó libre, pero con la humildad que trae la fragilidad humana y que condujo a que partiera muy pronto.
En esos momentos, cuando se siente que lo que se ha construido se desmorona, que los caminos se cierran y que los futuros se convierten en instantes eternos que se escapan efímeros, es cuando se sabe que las experiencias que se traen son las herramientas más poderosas para volver a cimentar, para volver a pegar los pedazos y para avanzar con más contundencia. Y es cuando se sabe y se entiende que el coraje no es la fuerza exclusivamente para hacer las cosas; el coraje es reconocer nuestras propias limitaciones, para que partiendo de allí podamos sacar adelante lo que para uno es importante. En mi caso, mi hijo.
Entendí que efectivamente era muy afortunada por traer en mi equipaje mi esencia de mujer. Esencia que lleva indiscutiblemente a pensar en nuestro papel como madres, en la responsabilidad que tenemos dentro la humanidad con nuestro rol en la gestación y crianza y que precisamente esa esencia me hacía estar allí, en ese punto del camino con mi hijo. Estaba junto a mí, un adolescente quien con toda su juvenil sabiduría sería el eslabón para volverme a conectar con mis propósitos.
Creo que hoy, después de algún tiempo, el “estar siendo” la mamá de mi hijo me ha permitido continuar dando los pasos hacia mis sueños y no por que me proyecto a través de los suyos, sino porque juntos visualizamos el futuro, ese futuro que no es más que la ilusión que permite avanzar en la vida sin los fatalismos propios existenciales de la humanidad.
La posibilidad de ser madres, y de optar por esa decisión individual, abre un abanico infinito de valiosas experiencias, de propósitos, que vistos desde la óptica de la mujer nos conectan con nuestra esencia. Me pregunté en este tiempo, si el motor y mi conexión debiera tener unos hilos absolutamente individuales donde no hubiera cabida para nada diferente a mis propios proyectos de vida. Sin embargo, igualmente me respondí, haciéndome esta pregunta: ¿el ser humano teje hilos que se inspiran en la nada? El artista se inspira en sus musas, el científico en sus hipótesis, el escritor en sus historias y entonces validé que mi inspiración y mi conexión con mi esencia es mi hijo.
Hoy puedo decir que vuelo acompañada con la esperanza de mi papel como mamá, con los retos que inspira el darles el impulso a los hijos, con esas fuerzas que sacamos de donde no las tenemos para apoyar el paso a paso de los hijos y finalmente, basándome en la frase de Leonardo da Vinci le digo a mi hijo: “Vuela, y continúa mirando al cielo, con la mirada puesta en los sueños que has vivido y a dónde querrás volver”.